¿Día de la Mujer o día de las mujeres trabajadoras organizadas?

Por Mario Ramírez, encargado de la Sección Pudahuel

Los Hijos de Mafalda.

 

El día 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer, día en el que somos testigos de diversos actos, celebraciones y adulaciones a mujeres, realizados en distintos espacios y medios. Por su parte, la publicidad de los medios de comunicación de masas invita al consumo a destajo de diversos artículos que usualmente regala el hombre a la mujer, pero también, la política no lo hace nada de mal, es así que estos solemnes y afectuosos mensajes públicos pueden escucharse en las palabras, de la que el año 2013 era directora ejecutiva de ONU mujeres, Michelle Bachelet, quien dijo: “En todos los lugares del mundo, estamos alzando la voz para dejar de lado el silencio y la indiferencia frente a los hechos de violencia contra las mujeres. El cambio es posible y está ocurriendo”. A esto añade “avances que se van consiguiendo (…) como la indignación mundial ante el ataque que sufrió la niña pakistaní por defender el derecho a la educación, la creciente concientización de la sociedad y su movilización en contra de la violencia de género.”[1]

 

De lo anterior, podemos comprender que hoy, el día de la mujer representa básicamente dos cosas, por un lado, una oportunidad que tiene el hombre para adular, felicitar y hasta para incluso contentarse con su pareja, y por otro lado, un momento para que las mujeres reciban estos halagos y se feliciten entre ellas por el solo hecho de ser mujeres. Es cosa de encender un momento el televisor  y  ojear los diarios como la cuarta, de propiedad de Sahie, y el mercurio de Edwars, espacios en donde se invisibiliza a la  mujer en tanto trabajadora y como sostén fundamental de la economía del país, ya que los medios de comunicación sólo resaltan su condición de sexo débil y vulnerable, al que sólo le interesan las tareas domésticas y que se libera únicamente consumiendo, acción que la hace sentirse auto realizada en base al endeudamiento. Por su parte, el mensaje de la ex directora de ONU mujeres, coloca el acento casi exclusivamente en la victimización de la mujer por violencia y en la integración de género, pero escondiendo que esta relación de dominación que sufre la mujer, es producto del modelo económico y político Neoliberal, que sigue siendo Patrialcal.

 

Para ampliar la mirada y el significado que se le quiere dar desde el neoliberalismo al 8 de marzo, tomaremos lo dicho por Carolina Dell´Oro, en el Diario Financiero (DF); principal medio de comunicación escrito del empresariado nacional, y de raíz Opus Dei: “el desafío de las mujeres…es protagonizar el desafío laboral desde lo más propio de cada una, que más allá de ser mujer, tiene características singulares, capacidades intelectuales, emocionales y creativas. Para lograr ese protagonismo es indispensable primero conocernos, identificar nuestras particularidades, nuestras fortalezas y debilidades. Luego, valorarnos, lo que requiere tener una mirada positiva de la vida, lo que nos permite abordar el día a día, las responsabilidades, los dolores y las cosas buenas, con esperanza, agradecimiento y mucha paz, porque nos sabemos capaces de grandes cosas.”[2]

 

Estas palabras muestran un sentido moral y ético bastante idílico del accionar laboral y el “deber ser” de la mujer en la actualidad, lleno de buenas intenciones en la teoría, pero en la práctica este discurso se reduce a una mera entelequia, vacía de sentido, al contrastarse con la realidad laboral que viven las mujeres chilenas. Asimismo, este discurso reduce el problema social del protagonismo laboral de la mujer a dilemas y asuntos de orden individual, responsabilizando, implícitamente casi por completo, a cada mujer trabajadora de nuestro país de las adversidades y miserias que el mismo modelo de explotación establece, y que les impone en su condición de trabajadora.

 

Según lo expuesto anteriormente, podemos decir que, el significado y razón del “Día Internacional de la Mujer”, que se ha impuesto e instalado desde la ideología Neoliberal, viene a sustituir el verdadero significado histórico y razón fundamental del “Día Internacional de las Trabajadoras”. Sin embargo, contrariamente a lo que establecen los medios de comunicación de masas y el poder político,  el día 8 de marzo no se celebra el día de la mujer como género femenino en sí, si no que se conmemora el día de la mujer trabajadora, no sólo enmarcada en su labor productiva, sino como un conjunto organizado de obreras que luchan por sus derechos y la transformación de la sociedad.

 

Al realizar un recorrido por la historia del día en cuestión, nos percatamos que éste nace única y exclusivamente como el día de las Trabajadoras, proclamado en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague capital de Dinamarca, en agosto de 1910, en donde se presentó la propuesta, -con notable participación de Clara Zetkin y Kathy Duncker, ambas en representación del Partido Socialista Alemán-, de conmemorar el "Día Internacional de la Mujer Trabajadora" el día 8 de marzo, tomando como antecedente e inspiración “el Women’s Day, que las socialistas estadounidenses llevaban celebrando desde 1908, cuya finalidad era la reivindicación del derecho al voto para las mujeres y en consecuencia más oportunidades y mejores condiciones laborales”[3]. Luego, en 1911, como resultado de lo establecido en Copenhague el año anterior, el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora” se celebró por vez primera, el 19 de marzo, en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, extendiéndose luego a los demás países del mundo.Cuando se celebró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911, más de un millón de mujeres participó públicamente en él. Además del derecho a voto y a ocupar cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y el fin de la discriminación en el trabajo”.[4]

 

Podemos darnos cuenta, con este leve recuento histórico, que:

 

 Primero, esta conmemoración no responde a un suceso aislado, acontecido solamente en los países llamados “centrales” o “potencias”, vale decir que, en América Latina los movimientos y organizaciones femeninas se dieron con una fuerza no menor que en Europa o EE.UU, así lo da a conocer el historiador Luis Vitale al contarnos que existieron innumerables organizaciones de género y de clase en América Latina: “a principios de la década de 1920 se fundó en Cuba el Club Femenino. En Ecuador, el grupo “Rosa Luxemburgo” participó activamente en la huelga de Guayaquil (1922). En puerto Rico se fundó en la década de 1920 la Asociación Feminista Popular, presidida por Franca de Armiño, obrera tabaquera. En Perú, María Jesús Alvarado creó en 1915 el grupo “Evolución Femenina” y en Bolivia fue fundada en 1927 la “Federación Obrera Femenina de la Paz”. En argentina nació la Unión Feminista Nacional (1918). María Abella creó en 1911 la “Sección uruguaya de la Federación Femenina Panamericana”. Paulina Luisi, dándose cuenta de que era necesario combinar los postulados feministas con las reivindicaciones de clase de las mujeres, dio nacimiento en 1923 a la Alianza Uruguaya de Mujeres”[5]. Chile no fue la excepción a esta fuerte oleada de movimientos feministas de la clase trabajadora, de hecho la configuración de las primeras organizaciones obreras  a comienzos del siglo XX, “como  las sociedades en resistencia, las mancomunales, la Federación Obrera de Chile (FOCH) y el Partido Obrero Socialista (POS), abrieron nuevos cauces para que la mujer chilena se incorporara a la vida política y sindical”, incorporación que ya venía produciéndose en los últimos años del siglo XIX; prueba de ello es la primera Sociedad Mutualista (Valparaíso,1887), la Sociedad Unión y Fraternidad de Obreras (1891), “Ciencia y Progreso de la Mujer” (Valparaíso, 1894), la Sociedad de Obreras Instrucción y Socorros Mutuos N°1 (1894), la Asociación de señoritas Unión y Ahorro (1897), la Sociedad Progreso Social de Señoras y Socorros Mutuos (20 de agosto 1900), Sociedad de Protección Mutua “La Mujer” (Antofagasta 1906), la unión de señoras “Instrucción y Socorro Mutuo” (Tocopilla, 1906) y la Asociación de Costureras “Protección, Ahorro y Defensa” (Santiago 1906). Pasado este período de organización femenina, “se crearon las primeras organizaciones en Resistencia, orientadas por el anarquismo, como la Federación Cosmopolita de Obreras en Resistencia (1903), la Sociedad Unión en Resistencia de Tejedoras (1906), la Sociedad en Resistencia de Sombrereras (1906) y la Sociedad en Resistencia de Operarias de la Casa Matus (1907)”[6].

 

El accionar de estas organizaciones sostenía demandas en torno a los derechos de las mujeres como miembros de la clase trabajadora, en consecuencia el centro político e ideológico de estas organizaciones era el Trabajo, sin caer en el reduccionismo género-sexo. En la práctica, lo anteriormente expuesto es la expresión de una acción política que se constituía sobre la base de la organización de innumerables trabajadoras en la lucha contra la opresión y explotación que el sistema capitalista les hacía padecer, y la realización de un trabajo muy relevante en términos cuantitativos y cualitativos, como nunca antes visto en la historia de la humanidad.

 

En segundo término, el contexto ideológico, que engloba este despliegue de organización y lucha femenina, se enmarca en una confrontación histórica abierta en el mundo entre el capitalismo y el socialismo.

 

Por un lado, el capitalismo se ha levantado como un sistema político-ideológico que opera sobre la base de relaciones sociales entre dos clases antagónicas: una, la histórica burguesía, que se ha adueñado de los medios de producción (tierras, recursos naturales, fábricas, etc.), y, la clase trabajadora, que desprovista de dichos medios sólo dispone de la fuerza de su trabajo. Dicho sistema, base de sustentación del patriarcado moderno, tomó a la mujer como una mercancía más, para que los capitalistas aumentaran la producción y generaran mayores riquezas. Vale decir que, si bien esta situación de opresión y explotación del trabajo por parte del capital ha sido en contra de  ambos sexos, las mayores injusticias, vicios y contradicciones han recaído sobre las espaldas de las mujeres.

 

Así lo confirma lo manifestado por  Jane Hodges, Directora de la Oficina para la Igualdad de Género de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cuando se refiere a la situación de las trabajadoras de la industria textil en dicho contexto expone: “Estas mujeres no podían acercarse a hablar con el propietario; tenían que fumar a escondidas porque no tenían permiso para comer”. “Recibían bajos salarios, trabajaban largas horas, el sábado en este caso, y las puertas estaban cerradas con llave. No tenían derechos, ni protección legislativa o representación laboral. Era la clásica 'fábrica clandestina', a un paso de la esclavitud”.[7]

 

Estas condiciones subyugantes que imponían los capitalistas del siglo XIX y XX, sobre la clase trabajadora, particularmente sobre las mujeres, fueron las que desencadenaron procesos de organización que buscaban brindarle poder político a las explotadas para la emancipación social. Este proceso de toma de conciencia y ejercicio de poder obrero femenino llevó a constituir innumerables organizaciones sindicales, movimientos y colectivos en el mundo, todos ellos en defensa de los derechos de las mujeres trabajadoras.

 

En la vereda contraria, el socialismo, como sistema político-ideológico que pone en el centro de su quehacer a las trabajadoras y trabajadores, levanta un proyecto político que acaba con la explotación, y la propiedad Burguesa de los medios de producción, combatiendo, por lo tanto, el fenómeno de la alienación del trabajo. Complementariamente, el Socialismo pretende transformar los valores y las relaciones humanas de la sociedad capitalista, como la violencia, el abuso y la discriminación de género instalando relaciones de justicia, equidad social y de género.

 

Por las razones enunciadas anteriormente, las organizaciones de trabajadoras consideraban a la sociedad socialista como una alternativa real para la emancipación de la mujer; muestra de ello es un artículo de una militante del POS (Partido Obrero Socialista), publicado en “El Socialista” el 30 de abril de 1913 escrito por Sara B. de Armijo, titulado “La Mujer y el Socialismo”, donde se manifestaba lo siguiente: “Desde que el socialismo no admite opresión, esclavitud o imposición de voluntad, no rechacéis al que quiere daros luz, que desea guiarnos por la senda que debe brillar vuestra figura a la par que la del hombre (…) el Socialismo será la redención de la mujer, porque el compañero se haya penetrado de que la esclavitud no debe ni puede existir, de manera que la mujer para él no es un fantoche ni un ser despreciable, como era mirada en los tiempos de antaño, sino una compañera a quien se debe prodigar respeto”.[8]   

 

Sin embargo, a pesar de las innumerables e incansables luchas que han dado las mujeres Trabajadoras por su emancipación, el sistema Neo Liberal impuesto a sangre y fuego por la tiranía de Pinochet, ha hecho retroceder al movimiento obrero en sus conquistas, re situándolo en una situación de explotación y miseria en el presente siglo XXI. Esto queda demostrado con  el informe “Tendencias Mundiales del Empleo 2014” de la OIT, que concluye que: “la participación de la mujer en el mercado de trabajo ha aumentado de manera desigual” (…) estableciendo que: “Persiste la segregación laboral basada en el sexo y la brecha salarial por motivos de género. Las mujeres están sobre representadas en la economía informal, el trabajo precario y los empleos mal remunerados”[9]. Que la mujer participe principalmente del sector informal del trabajo, genera una condición sicológica que no le permite asumirse como trabajadora, ya que a pesar de desarrollar una labor productiva o de servicios, no cuenta con la protección social como FONASA y AFP, formalidades fundamentales para asumir en la práctica la condición de trabajador o trabajadora. Finalmente, un porcentaje importante de las mujeres que trabajan en el sector informal de la economía asumen que la labor que ellas realizan no es más que un apoyo para la familia, por lo tanto, no lo consideran un trabajo.

 

Para confirmar esta realidad es necesario tomar en consideración los  “Estudios económicos de la OCDE Chile”, que establecen que: “Las mujeres tienen menores posibilidades de contar con un trabajo remunerado que los hombres y, cuando lo tienen, a menudo son empleos del sector informal o con salarios bajos. Asimismo, tal y como se ha indicado anteriormente, las mujeres se jubilan con unas pensiones inferiores a las de los hombres y, dado que su expectativa de vida es superior, tienen un riesgo mayor de vivir en la pobreza durante la vejez.” [10]

 

Otra expresión de la explotación de la mujer y la discriminación de género dice relación con las posibilidades de encontrar empleo, las que según el informe “Mejores políticas para el desarrollo: perspectivas OCDE para Chile” establecen que la tasa de empleo femenino en 2009 era de sólo un 42% ubicándose así 28 puntos porcentuales por debajo de la tasa de empleo masculina, y muy por debajo del promedio de la OCDE de 57%. Luego, en 2012, Chile se acercó a al 50% de participación laboral femenina, sin embargo, aún así está muy por debajo del promedio OCDE (63%).[11]

 

Sin embargo, la discriminación esencial es la de clase, para confirmarlo sólo basta considerar las abismales diferencias entre las mujeres trabajadoras y las dueñas del país. Esta situación la refleja la CEPAL al establecer que las mujeres provenientes de los dos primeros quintiles llegan a un 47% de participación laboral, lejos del casi 64% de las mujeres del último quintil.[12] Sin embargo, dentro de los quintiles no se alcanza a visualizar a las mujeres del 1% más rico del país, como Iris Fontbona, Liliana Solari, Gabriela y Paola Luksic, Patricia Matte, quienes concentran y participan del botín que acumula el 90% de lo que produce la clase trabajadora, y puntualmente las mujeres trabajadoras.

 

En general en Chile el “50% de los trabajadores /as gana, vía salarios o ingresos del trabajo menos de $ 263.000  y viviendo sometido al endeudamiento.”[13]  Esta situación para las trabajadoras, es revelada, en términos generales, en los resultados de la encuesta CASEN 2011, la cual arroja que “el 22% del total de mujeres asalariadas declara ingresos cuyo valor es igual o menor a un ingreso mínimo.”[14] Estos resultados se complementan con los de la recientemente publicada encuesta NESI, que establece que “el 50% de las trabajadoras ganan menos de $223.248. Además, en el caso de las trabajadoras de tiempo completo el 50% gana menos de $265.000. Y al considerar a las trabajadoras jefas de hogar, el 50% gana menos de $211.180”[15]. Pero muchos, en general, intencionadamente convencidos por los mensajes de las autoridades de gobierno y los medios de comunicación al servicio de la clase dominante, se consuelan diciendo que, de todas formas, hay trabajo, que en los últimos años ha habido un incremento en las plazas de empleo, haciendo alusión, específicamente, al record de la creación de 551.838 nuevos empleos femeninos en 46 meses. Sin embargo, el problema aquí no es la cantidad de empleo, sino lo miserables que son los 551.838 nuevos empleos, ya que el 73% es Subcontrato, Cuenta Propia de baja calificación o Familiar No remunerado, todas ellas, formas endebles de inserción laboral, altamente susceptibles de evaporarse ante períodos de desaceleración económica.”[16]  En ese sentido, y de acuerdo con la NESI podemos establecer que, de esos 551.838 nuevos empleos, 201.420 trabajadoras (subcontratadas, suministradas, independientes no calificadas part-time y familiares no remuneradas)  ganan menos de $120.674 pesos, mientras que, sólo 100.710 ganaría más de $251.405 pesos mensuales.

 

La NESI también da cuenta de las escasas disposiciones salariales de las trabajadoras subempleadas, es decir, mujeres que trabajan menos de 30 horas pero que desean y están disponibles para trabajar más, o lo que es lo mismo, trabajadoras que de manera involuntaria tienen una jornada parcial. El 50% de ellas, o sea 374.606, gana menos de $78.438.[17]

 

La información y las estadísticas que se han presentado, expresan las condiciones que impone la clase empresarial con el modelo político-económico neoliberal a las trabajadoras de nuestro país, las que a través de mecanismos como la tercerización-subcontratación y subempleo, operan con la lógica de minimizar los costos para maximizar las utilidades. Para la clase empresarial  es más conveniente tener trabajadoras contratadas y suministradas por empresas subcontratistas que en situación de planta y con contrato de trabajo. De esta forma, el empresariado puede reducir los ingresos de los trabajadores en general y de las trabajadoras en particular, lo que les permite restar valor al trabajo femenino, y aumentar la concentración de la riqueza, reproduciendo e incrementando la pobreza en el país, con todas las consecuencias sociales que esto último implica.

 

Finalmente, la celebración del día de la mujer se ha transformado en un engaño de la clase dominante, que tiene por finalidad invisibilizar el trabajo como eje rector de la sociedad, ya que: sin trabajo no hay desarrollo, sin trabajo no hay riquezas ni empresa posible; cómo bien dijo Marx “no hay capital que valga si no es movido por la fuerza de trabajo de los trabajadores”[18]. En otras palabras, la celebración del día de la mujer ya no se corresponde con su sentido histórico: La participación de las trabajadoras en la transformación de la sociedad, sino que se ha impuesto un estereotipo de mujer indiferente a la miseria que genera este sistema; distraída de su enajenante situación individual y social, que no toma conciencia de las condiciones en las que vive, y que por lo tanto no se organiza en torno a un proyecto político que transforme la sociedad.

 

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Fuentes:

 

https://www.elreporte.com.uy/dia-internacional-de-la-mujer/

https://www.df.cl/dia-de-la-mujer/prontus_df/2014-03-10/185151.html

https://www.lahuelladigital.com/el-verdadero-origen-del-dia-internacional-de-la-mujer/

https://www.lahuelladigital.com/el-verdadero-origen-del-dia-internacional-de-la-mujer/

Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Volumen III (Tomos V Y VI) Luis Vitale, página 121

Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Volumen III (Tomos V Y VI) Luis Vitale, página 124

https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/features/WCMS_152727/lang--es/index.htm

Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Volumen III (Tomos V Y VI) Luis Vitale, página 126

https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/who-we-are/ilo-director-general/statements-and-speeches/WCMS_237368/lang--es/index.htm

https://www.oecd.org/eco/surveys/Overview%20Chile%20spanish.pdf

https://www.oecd.org/chile/47496842.pdf

https://www.cepal.org/publicaciones/xml/8/47708/Crecimientoempleodistrdeingresos.pdf

https://www.eldinamo.cl/blog/dia-de-la-mujer-y-bajo-valor-del-trabajo-en-chile/

https://www.fundacionsol.cl/fundacion-sol-en-articulo-de-el-mercurio-comercio-agricultura-y-servicios-domesticos-es-donde-mas-se-paga-el-salario-minimo

https://www.eldinamo.cl/blog/dia-de-la-mujer-y-bajo-valor-del-trabajo-en-chile/

https://books.google.cl/books?id=JIE5DVthwvcC&pg=PA9&dq=libro+manifiesto+comunista&hl=es&sa=X&ei=qMZGU4OrHYrLsATT_IBw&ved=0CC0Q6AEwAA#v=onepage&q=libro%20manifiesto%20comunista&f=false



[4] Ibíd.

[5] Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Volumen III (Tomos V Y VI) Luis Vitale, página 121

[6] Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Volumen III (Tomos V Y VI) Luis Vitale, página 124

 

[8] Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Volumen III (Tomos V Y VI) Luis Vitale, página 126

[16] Ibíd.

[17] Ibíd.